jueves, 13 de septiembre de 2007

El sol muestra en uno de los ángulos superiores del rectángulo,el que está a la izquierdade quien mira, representando el astro rey una cabeza de hombre de la que surgen rayosde aguda luz y sinuosas llamaradas, como una rosa de los vientos indecisa sobre ladirección de los lugares hacia los que quiere apuntar, y esa cabeza tiene un rostro quellora, crispado en un dolor que no cesa, lanzando por la boca abierta un grito que nopodemos oír, pues ninguna de estas cosas es real, lo que tenemos ante nosotros es papely tinta, nada más. Bajo el sol vemos un hombre desnudo atado a un tronco de árbol,ceñidos los flancos por un paño que le cubre las partes llamadas pudendas overgonzosas, y los pies los tiene asentados en lo que queda de una rama lateral cortada.Sin embargo, y para mayor firmeza, para que no se deslicen de ese soporte natural, dosclavos los mantienen, profundamente clavados. Por la expresión del rostro, que es deinspirado sufrimiento, y por la dirección de la mirada, erguida hacia lo alto, debe de ser elBuen Ladrón. El pelo, ensortijado, es otro indicio que no engaña, sabiendo como sabemosque los ángeles y los arcángeles así lo llevan, y el criminal arrepentido está, por lo yavisto, camino de ascender al mundo de las celestiales creaturas. No será posible averiguarsi ese tronco es aún un árbol, solamente adaptado, por mutilación selectiva, ainstrumento de suplicio, pero que sigue alimentándose de la tierra por las raíces, puestoque toda la parte inferior de ese árbol está tapada por un hombre de larga barba, vestidocon ricas, holgadas y abundantes ropas, que, aunque ha levantado la cabeza, no es alcielo adonde mira. Esta postura solemne, este triste semblante, sólo pueden ser los deJosé de Arimatea, dado que Simón de Cirene, sin duda otra hipótesis posible, tras eltrabajo al que le habían forzado, ayudando al condenado en el transporte del patíbulo,conforme al protocolo de estas ejecuciones, volvió a su vida normal, mucho máspreocupado por las consecuencias que el retraso tendría para un negocio que habíaaplazado que con las mortales aflicciones del infeliz a quien iban a crucificar. Noobstante, este José de Arimatea es aquel bondadoso y acaudalado personaje que ofreció laayuda de una tumba suya para que en ella fuera depositado aquel cuerpo principal, peroesta generosidad no va a servirle de mucho a la hora de las canonizaciones, ni siquiera delas beatificaciones, pues nada envuelve su cabeza, salvo el turbante con el que todos losdías sale a la calle, a diferencia de esta mujer que aquí vemos en un plano próximo, decabello suelto sobre la espalda curva y doblada, pero tocada con la gloria suprema de unaaureola, en su caso recortada como si fuera un bordado doméstico.Sin duda la mujer arrodillada se llama María, pues de antemano sabíamos que todascuantas aquí vinieron a juntarse llevan ese nombre, aunque una de ellas, por ser ademásMagdalena, se distingue onomásticamente de las otras, aunque cualquier observador, porpoco conocedor que sea de los hechos elementales de la vida, jurará, a primera vista, quela mencionada Magdalena es precisamente ésa, pues sólo una persona como ella, dedisoluto pasado, se habría atrevido a presentarse en esta hora trágica con un escote tanabierto, y un corpiño tan ajustado que hace subir y realzar la redondez de los senos,razón por la que, inevitablemente, en este momento atrae y retiene las miradas ávidas delos hombres que pasan, con gran daño de las almas, así arrastradas a la perdición por elinfame cuerpo. Es, con todo, de compungida tristeza su expresión, y el abandono delcuerpo no expresa sino el dolor de un alma, ciertamente oculta en carnes tentadoras,pero que es nuestro deber tener en cuenta, hablamos del alma, claro, que esta mujerpodría estar enteramente desnuda, si en tal disposición hubieran decidido representarla,y aun así deberíamos mostrarle respeto y homenaje. María Magdalena, si ella es, ampara,y parece que va a besar, con un gesto de compasión intraducible en palabras, la mano deotra mujer, ésta sí, caída en tierra, como desamparada de fuerzas o herida de muerte. Sunombre es también María, segunda en el orden de presentación, pero, sin duda,primerísima en importancia, si algo significa el lugar central que ocupa en la regióninferior de la composición.Fuera del rostro lacrimoso y de las manos desfallecidas, nada se alcanza a ver de sucuerpo, cubierto por los pliegues múltiples del manto y de la túnica, ceñida a la cinturapor un cordón cuya aspereza se adivina. Es de más edad que la otra María, y es ésta unabuena razón, probablemente, aunque no la única, para que su aureola tenga un dibujomás complejo, así, al menos, se hallaría autorizado a pensar quien no disponiendo deinformaciones precisas acerca de las precedencias, patentes y jerarquías en vigor en estemundo, se viera obligado a formular una opinión. No obstante, y teniendo en cuenta elgrado de divulgación, operada por artes mayores y menores, de estas iconografías, sólo unhabitante de otro planeta, suponiendo que en él no se hubiera repetido alguna vez, oincluso estrenado, este drama, sólo ese ser, en verdad inimaginable, ignoraría que laafligida mujer es la viuda de un carpintero llamado José y madre de numerosos hijos ehijas, aunque sólo uno de ellos, por imperativos del destino o de quien lo gobierna, hayallegado a prosperar, en vida de manera mediocre, rotundamente después de la muerte.Reclinada sobre su lado izquierdo, María, madre de Jesús, ese mismo a quien acabamosde aludir, apoya el antebrazo en el muslo de otra mujer, también arrodillada, tambiénMaría de nombre, y en definitiva, pese a que no podamos ver ni imaginar su escote, talvez la verdadera Magdalena. Al igual que la primera de esta trinidad de mujeres, muestrala larga cabellera suelta, caída por la espalda, pero estos cabellos tienen todo el aire deser rubios, si no fue pura casualidad la diferencia de trazo, más leve en este caso ydejando espacios vacíos entre los mechones, cosa que, obviamente, sirvió al grabadorpara aclarar el tono general de la cabellera representada.No pretendemos afirmar, con tales razones, que María Magdalena hubiese sido, de hecho,rubia, sólo estamos conformándonos a la corriente de opinión mayoritaria que insiste enver en las rubias, tanto en las de natura como en las de tinte, los más eficacesinstrumentos de pecado y perdición. Habiendo sido María Magdalena, como es de todossabido, tan pecadora mujer, perdida como las que más lo fueron, tendría también que serrubia para no desmentir las convicciones, para bien y para mal adquiridas, de la mitaddel género humano. No es, sin embargo, porque parezca esta tercera María, encomparación con la otra, más clara de tez y tono de cabello, por lo que insinuamos yproponemos, contra las aplastantes evidencias de un escote profundo y de un pecho quese exhibe, que ésta sea la Magdalena. Otra prueba, ésta fortísima, robustece y afirma laidentificación, es que la dicha mujer, aunque un poco amparando, con distraída mano, ala extenuada madre de Jesús, levanta, sí, hacia lo alto la mirada, y esa mirada, que es deauténtico y arrebatado amor, asciende con tal fuerza que parece llevar consigo al cuerpotodo, todo su ser carnal, como una irradiante aureola capaz de hacer palidecer el halo queya rodea su cabeza y reduce pensamientos y emociones. Sólo una mujer que hubieseamado tanto como imaginamos que María Magdalena amó, podría mirar de esa manera,con lo que, en definitiva, queda probado que es ésta, sólo ésta y ninguna otra, excluidapues la que a su lado se encuentra, María cuarta, de pie, medio alzadas las manos, enpiadosa demostración, pero de mirada vaga, haciendo compañía, en este lado delgrabado, a un hombre joven, poco más que adolescente, que de modo amanerado flexionala pierna izquierda, así, por la rodilla, mientras su mano derecha, abierta, muestra enuna actitud afectada y teatral al grupo de mujeres a quienes correspondió representar, enel suelo, la acción dramática.Este personaje, tan joven, con su pelo ensortijado y el labio trémulo, es Juan. Igual queJosé de Arimatea, también esconde con el cuerpo el pie de este otro árbol que, allá arriba,en el lugar de los nidos, alza al aire a un segundo hombre desnudo, atado y clavado comoel primero, pero éste es de pelo liso, deja caer la cabeza para mirar, si aún puede, elsuelo, y su cara, magra y escuálida, da pena, a diferencia del ladrón del otro lado, queincluso en el trance final, de sufrimiento agónico, tiene aún valor para mostrarnos unrostro que fácilmente imaginamos rubicundo, muy bien debía de irle la vida cuandorobaba, pese a la falta que hacen los colores aquí. Flaco, de pelo liso, la cabeza caídahacia la tierra que ha de comerlo, dos veces condenado, a la muerte y al infierno, estemísero despojo sólo puede ser el Mal Ladrón, rectísimo hombre en definitiva, a quien lesobró conciencia para no fingir que creía, a cubierto de leyes divinas y humanas, que unminuto de arrepentimiento basta para redimir una vida entera de maldad o una simplehora de flaqueza. Sobre él, también clamando y llorando como el sol que enfrente está,vemos la luna en figura de mujer, con una incongruente arracada adornándole la oreja,licencia que ningún artista o poeta se habrá permitido antes y es dudoso que se hayapermitido después, pese al ejemplo. Este sol y esta luna iluminan por igual la tierra, perola luz ambiente es circular, sin sombras, por eso puede ser visto con tanta nitidez lo queestá en el horizonte, al fondo, torres y murallas, un puente levadizo sobre un foso dondebrilla el agua, unos frontones góticos, y allí atrás, en lo alto del último cerro, las aspasparadas de un molino. Aquí más cerca, por la ilusión de la perspectiva, cuatro caballeroscon yelmo, lanza y armadura hacen caracolear las monturas con alardes de alta escuela,pero sus gestos sugieren que han llegado al fin de su exhibición, están saludando, por asídecir, a un público invisible. La misma impresión de final de fiesta nos es ofrecida poraquel soldado de infantería que da ya un paso para retirarse, llevando suspendido en lamano derecha, lo que, a esta distancia, parece un paño, pero que también podría sermanto o túnica, mientras otros dos militares dan señales de irritación y despecho, si esposible, desde tan lejos, descifrar en los minúsculos rostros un sentimiento como el dequien jugó y perdió. Por encima de estas vulgaridades de milicia y de ciudad amurallada,planean cuatro ángeles, dos de ellos de cuerpo entero, que lloran y protestan, y se duelen,no así uno de ellos, de perfil grave, absorto en el trabajo de recoger en una copa, hasta laúltima gota, el chorro de sangre que sale del costado derecho del Crucificado. En estelugar, al que llaman Gólgota, muchos son los que tuvieron el mismo destino fatal, y otrosmuchos lo tendrán luego, pero este hombre, desnudo, clavado de pies y manos en unacruz, hijo de José y María, Jesús de nombre, es el único a quien el futuro concederá elhonor de la mayúscula inicial, los otros no pasarán nunca de crucificados menores. Es él,en definitiva, éste a quien miran José de Arimatea y María Magdalena, éste que hacellorar al sol y a la luna, éste que hoy mismo alabó al Buen Ladrón y despreció al Malo, porno comprender que no hay diferencia entre uno y otro, o, si la hay, no es esa, pues el Bieny el Mal no existen en sí mismos, y cada uno de ellos es sólo la ausencia del otro. Tienesobre la cabeza, que resplandece con mil rayos, más que el sol y la luna juntos, un cartelescrito en romanas letras que lo proclaman Rey de los Judíos, y, ciñéndola, una dolorsacorona de espinas, como la llevan, y no lo saben, quizá porque no sangran fuera delcuerpo, aquellos hombres a quienes no se permite ser reyes de su propia persona. Nogoza Jesús de un descanso para los pies, como lo tienen los ladrones, y todo el peso de sucuerpo estaría suspenso de las manos clavadas en el madero si no le quedara un resto devida, la suficiente para mantenerlo erguido sobre las rodillas rígidas, pero pronto se leacabará, la vida, y continuará la sangre brotándole de la herida del pecho, como quedadicho. Entre las dos cuñas que aseguran la verticalidad de la cruz, como ella introducidasen una oscura hendidura del suelo, herida de la tierra no más incurable que cualquiersepultura de hombre, hay una calavera, y también una tibia y un omóplato, pero lacalavera es lo que nos importa, porque es eso lo que Gólgota significa, calavera, no pareceque una palabra sea lo mismo que la otra, pero alguna diferencia notaríamos entre ellassi en vez de escribir calavera y Gólgota escribiéramos gólgota y Calavera. No se sabe quiénpuso aquí estos restos y con qué fin lo hizo, si es sólo un irónico y macabro aviso a losinfelices supliciados sobre su estado futuro, antes de convertirse en tierra, en polvo, ennada. Hay quien también afirme que éste es el cráneo de Adán, ascendido del negrorprofundo de las capas geológicas arcaicas, y ahora, porque a ellas no puede volver,condenado eternamente a tener ante sus ojos la tierra, su único paraíso posible y parasiempre perdido. Atrás, en el mismo campo donde los jinetes ejecutan su última pirueta,un hombre se aleja, volviendo aún la cabeza hacia este lado.Lleva en la mano izquierda un cubo, y una caña en la mano derecha. En el extremo de lacaña debe de haber una esponja, es difícil verlo desde aquí, y el cubo, casi apostaríamos,contiene agua con vinagre. Este hombre, un día, y después para siempre, será víctima deuna calumnia, la de, por malicia o por escarnio, haberle dado vinagre a Jesús cuando élpidió agua, aunque lo cierto es que le dio la mixtura que lleva, vinagre y agua, refresco delos más soberanos para matar la sed, como en su tiempo se sabía y practicaba. Se va,pues, no se queda hasta el final, hizo lo que podía para aliviar la sequedad mortal de lostres condenados, y no hizo diferencia entre Jesús y los Ladrones, por la simple razón deque todo esto son cosas de la tierra, que van a quedar en la tierra, y de ellas se hace laúnica historia posible.


Espero que lean al Saramago esto es un entre del evangelio segun jesucristo

2 comentarios:

Anónimo dijo...

morro. lo único que leo es:

bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla.

lean a Saramago


Deberías ponerlo como

bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla.

bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla.

bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla, bla.


Marcar con un espacio la división entre párrafo, es lo más sexy de los blogs...

Es por eso que está tan deprimente.

chachito dijo...

mire morro mas le vale que se cuide
ademas pongase a jalar